martes, mayo 20, 2008

EL CANSANCIO NO TIENE RUEDAS DE CARRETA

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El viernes, cuando el sol limpia de su cara el sudor de todo el día, los carretilleros de todas las ciudades llevan su última carga al hombro en su burro de tablas. Sus brazos inflan sus bíceps sacando el resto de fuerzas del estómago que pide la ración del día porque el hambre le hinca el filo de sus dientes. Las ruedas de la carretilla chirrean y dan la vuelta con la misma dificultad que el paso del que las guía. Ya el ocaso del día marca cien surcos de cansancio bajo los ojos de quienes sólo tienen en la carretilla su esperanza. Van cargados de costales, cajas de cartón vacías y de olor a mugre, cebolla y parafina.

Me fijé en el que con zapatos regalados rengueaba mientras con esfuerzo empujaba su carreta. Era de estatura mediana y en sus cuarenta años ya se dibujaban las arrugas de una vejez acelerada. Sin casi dientes, imploraba paso entre la multitud de carros por la calle del abasto. Nadie escuchaba. ¿Quién es un carretillero que no tiene un pito siquiera para ayudar su voz para que alguien le haga caso? Las gotas de la fuerza que brotaban por debajo de su pelo descuidado resbalaban por su torso descubierto y sus brazos agarraban los bultos que cargaba para que no cayeran. Emulaba con los carros nuevos y los cuatro puertas que miraban de soslayo al hombre bañado en el agua caliente que su cuerpo evaporaba.

¿Qué desigualdades da la vida? ¿A quién alzamos la vista para reclamar por el ser humano que soporta y vive, que trabaja para ganar una gaseosa como sustento diario? El lomo de su carreta está lleno de grietas y puntillas. No puede apoyarse en ella, como el ciego en su lazarillo o como el pordiosero que se acuesta sobre el regazo del perro que lo sigue. ¿A dónde irá el carretillero? ¿A quién le importa? ¿Él tendrá piel humana y corazón y alguna vez conoció a esa cosa extraña llamada auto-estima? ¿Tendrá, acaso un amor que le abrirá la puerta, le limpiará el sudor y premiará con un beso las monedas que trae a casa?

Mientras tanto el comerciante va con sus ganancias y pasa de largo con sus bolsas llenas, los revendedores hacen su agosto con la gente incauta y los novios no se separan del beso que oculta la existencia de quien lleva en su alma una carga que pesa más que su carreta. ¿Cómo hacer para que las cargas pesen igual para el pobre que para el que tiene plata? ¿Cuándo será que el poder de nuestros gobernantes se interese por no aplastar con su olvido y ellos brinden una garantía a estos ciudadanos?

El carretillero ha llegado a la esquina y ha doblado su curva para dar fin a su camino. ¿Tendrá agua limpia para calmar su sed y para lavar los callos de sus manos? Amarrará la carretilla a un palo como un burro, tenderá su junco y tapará su cuerpo con la camiseta sucia. ¿Esa es la vida que le regaló Destino?

Mañana despertará, con sus dedos apartará de sus ojos las legañas, se abrazará con su carreta y silbando saldrá a las calles a desafiar la Vida. Su desayuno será el tinto que le regala el guarda de la cuadra, pasará por el frente de la iglesia, el cura estará diciendo misa perfumado, él se persignará y dirá: ¡ojalá un dios les cambiara esta cruz de compasión con que me miran! 19-02-08

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