martes, octubre 13, 2009

FIESTA DEL ÁRBOL - FIESTA DE REQUIEM

LO QUE NO TE CUESTA VOLVÁMOSLO FIESTA

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Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Colombiano


Alguien que comprendía el valor de los árboles sugirió algún día que el 12 de octubre fuera el día del árbol. Ese mismo día Colón puso sus plantas en el continente americano. Tal vez por eso se instituyó esa conmemoración. Alguien holló nuestro suelo patrio con su vandalismo y su frescura y despojó de lo más preciado que poseemos: nuestra vegetación original, nuestras selvas con toda la vida que se encuentra en ellas.

¿Desde cuándo están de pie esos árboles centenarios sin importar su edad, la tempestad, el sol abrasador? Los cauchos, los otovos, el cedro, el eucalipto, el arrayán, el roble, las ceibas madres han estado acompañándonos por siglos en la Amazonia, dando sombra a los ríos y dando albergue a cocodrilos, micos, armadillos, venados, tigrillos, guaguas, garzas, loros, orquídeas, helechos, enredaderas, quiches, musgos y cabellos blancos. Ellos han mantenido el equilibrio y la humedad no sólo de sus alrededores sino hasta en el mundo entero.

Pero, manos criminales están acabando esta fiesta de ramas verdes, troncos robustos, flores de vestidos multicolores, insectos, peces, y aves de largas colas y penachos de reina encima de sus cabecitas y sus picos. Huecos inmensos se ven desde los aviones en lo que era selva espesa. En lugar de árboles se ven aeropuertos, plantaciones de coca, cambuches, aserríos con modernas maquinarias. ¿Cuál es la tal fiesta que celebramos? Ya los ríos que besaban sus raíces han ido desapareciendo y lloran en su lecho con sus pocas lágrimas la pérdida de la sombra y el saludo alegre de su ramaje al viento.

¿Cuántos árboles, nos podrá decir el Dane, se arrancan del Darién, del Putumayo, del Chocó, de Tierradentro, de las serranías donde se escondió la Gaitana en el Tolima, del Guaviare, del Caquetá, en el transcurso de un año? ¿Diez millones, doce millones o quizás el doble? Cuántos camionados de dobletroques han transportado árboles mutilados por la noche o en el día en el silencio o a nuestros ojos? ¿Nos lo podrán decir a los colombianos el ICA, las Corporaciones Regionales, el Ministerio de Agricultura y del Ambiente o quienes deben cuidar y controlar los bosques, las reservas naturales, los retenes y las básculas en las carreteras?

¿De qué sirve asistir a Cumbres sobre el calentamiento global y oír que los expertos están alarmados si los países que tienen esa inmensa riqueza todavía la dilapidan, la contaminan y no se protege como una reserva propia y mundial?

En este momento se habla de la escasez del agua, de la sequedad de los lechos de los ríos. Pero no se habla de la masacre de la selva, de los bosques naturales, de la peluqueada inicua hasta la calvicie que hacen madereras, papeleras y ganaderos para sus pulpos y monopolios. No se habla de la desidia y vista gorda de los alcaldes, personeros y la policía. Montes muy frondosos con vegetación diversa se talan por completo y si se reemplazan es con especies distintas a las que existían o con pinos que resecan el ambiente y provocan la erosión. Ayer, no más lo veía en las cercanías de El Queremal que sufrió una tala inmisericorde y tiene al borde la muerte al Río San Juan.

¿Quién es pariente de los árboles, quién es doliente? Acaso la Autoridad no toma agua, no respira oxígeno, no necesita del canto de los pájaros? ¿Por qué tanta indolencia, entonces, y tanta ausencia? Tú, que lees, ¿te quieres sumar como doliente?
13-10-09 10:30 a.m.

martes, agosto 25, 2009

SAN GIL, CIELO AZUL Y GALLINEROS

SAN GIL, VERANEADERO SIN PAR Y GENTE LINDA

Río Fonce a su paso por el parque El Gallineral
Por Leopoldo de Quevedo y Monroy

Detrás de la falda de la poetisa laureada Marga López Díaz volamos en Avianca con mi señora a regresar al paisaje de nuestros antepasados Guanes. Desde la ventana del avión bajamos hasta las profundidades casi abisales del Cañón de Chicamocha. Apenas comparables con aquellos otros de Colorado, USA. Imponente, una cuchilla enorme dividió en varios ramales la cordillera de Oriente para que discurriera por entre sus piernas, caudaloso, el río que le da su nombre.

Allí, a una hora en carro de Bucaramanga, la Ciudad Bonita, han construido a la altura de los mejores destinos internacionales de turismo, funicular, cabañas y restaurantes y se pueden distraer en deporte extremo quienes gustan del azogue en la garganta y la aventura. Pasa uno por delante de rojizos barrancos con deleznables figuras antropomorfas formadas por la erosión y va bordeando el río Chicamocha.

Lo acompañan en la carretera árboles de yarumo, pat´e´vaca, nogales, bongas y ceibas pentandras, caracolís, almendros, huesos, higuerones, cujís, anacos y cañafístoles y otros muchos. La vegetación es abundante, porque hasta allá no ha llegado la sierra con la tala entre los dientes.

A dos horas largas está San Gil resguardada entre cuatro montañas. Aunque está bañada por los ríos Curití y el Fonce tiene una temperatura cálida como sus gentes. Hacía 45 años no iba a esta ciudad con bella catedral y obispo, que respira cultura ancestral y bullen sus calles bien trazadas, como hormiguero de culonas.

Nos había invitado, sin conocernos, la gestora de poesía, Graciela Pereira de Gómez. En la casa de la Cultura, entre materas, pósteres y figuras del Museo Guane, realizaba un taller de poesía con niños de entre 6 a 14 años la maga Marga López. A las 7 p.m. del 5 de marzo, con una asistencia abundante en estos certámenes, se realizó un recital convocado por Chela. Es el tercer año que mujeres y niños y otros invitados, como Gloria María Medina y Édgar Montoya, ofrecen a la ciudad este manjar tan escaso en nuestro medio.

En la mañana siguiente, desayunamos con arepa de sal santandereana y chocolate espeso de Girón. Visitamos tiendas de artesanías de fique sangileño y nos calzamos con cotizas de piel de cerdas y suela de caucho.

De inmediato corrimos con afán al famoso Parque “El Gallineral”. Se llama así por la multitud de gallineros que nacieron allí y se hicieron ancianos. Cuando caen añosos, “en el pasado se acostaban en su tronco las gallinas”. Hoy se ven venerables con sus barbas grises, librando de los rayos del Coloso a los turistas y a las aguas frías del río Fonce que pasa cabalgando sobre piedras por sus costados. Nos acompañó Aidé, vestida de elegante campesina y nos maravilló con su ilustrado verbo. Nos fue mostrando las millonarias, el aro de jardín, el jazmín de leche, los carboneros clavellinos, los tulipanes himalayos y africanos, las camelias, cayenas y la bromelia, planta que nace y espera a morir cuando florece.

San Gil, deja al visitante enamorado. Sus gentes, su comida, su cultura, su pujanza y la paz que sólo se altera por las lluvias y tornados. Seguirán paciendo las cabras de leche en sus colinas escarpadas y las culonas en mayo saldrán a brindar su abultado cuerpo al paladar de los turistas.
14-03-09 10:45 a.m.