viernes, abril 04, 2008

SANTA MARTA, COLOMBIA, PLAYA DE CRISTAL


SANTA MARTA, COLOMBIA, PLAYA DE CRISTAL Y MAR DE SIETE OLAS

Por Leopoldo de Quevedo y Monroy


¡Oh, el placer de viajar! Volé en pájaro de latas y turbinas con mi señora el pasado marzo a Santa Marta a pasar un fin de semana de luna de miel. Ya habíamos ido, pero queríamos que la mar se nos echara encima con su ropaje verde.

Varias agencias de viajes y vendedores de planes por la playa nos ofrecieron opciones para visitar varios lugares. Pero primó Neguange y Playa de Cristal, lugar que en las fotos parecía el reflejo de Adán en el paraíso. Nos recogió la van y Ramón, un moreno alegre, nos fue entretejiendo el tiempo con su verbo durante el recorrido. Llegamos por la Troncal del Caribe a la entrada del Parque Nacional Tairona, y después de pagar el peaje al Minambiente, seguimos el camino por entre árboles de dividivi, totumos y palmas.

En la propaganda se nos decía que veríamos el Mar de siete Olas. Yo tenía curiosidad porque en otros países lo hacen bajar a uno del bus para ver algún paisaje, igual o menos asombroso que los que tenemos en nuestras costas o en Medellín o en Boyacá, Huila o Risaralda. Cuando el guía nos dijo que nos acercáramos con cuidado al mirador para ver el Mar de las siete Olas quedé maravillado. Allá abajo, majestuoso, el Mar Caribe se deslizaba por la playa virgen, perezoso, por contados. Suave el mar movía su testa y provocaba unas ondas repetidas sobre la arena, en dos, tres, cuatro, cinco, seis… pequeños acercamientos azules a la orilla, sin afanes. “Si usted logra contar siete olas, pida de inmediato un deseo, que inexorablemente se le cumplirá. Que no sea material”, decía Ramón con picardía. Yo no logré que el mar me diera ese gusto. Pero fue un pretexto para gozar de la vista del coloso con su manta verde-azul desplegada en siete tiempos por la arena.

Mar de las siete Olas



Seguimos para Neguange y llegamos a un paraje en donde nos recogió una lancha rápida para 12 pasajeros. En diez minutos llegamos a la ensenada. Por un mar quieto, inmenso, de lapizlázuli llegamos a las playas de arena blanca, llamadas De Cristal. Sólo faltaba el avión, Tatoo y Ricardo Montalbán que nos dieran la bienvenida. Esa fue la sensación. ¡Qué espectáculo tan bello! La ensenada está rodeada por todas partes por la Sierra de coral y de manglares. En la mitad hay como un islote muy pequeño en donde se posan alcatraces y gaviotas para lanzarse en picada y danzar en el vuelo hasta el agua para recoger la comida con escamas que las llama.

Los nativos tienen organizados en la playa toldos para dar sombra y asientos para que los turistas disfruten la vista y el paisaje entero los absorba. Al lado izquierdo de la playa, algunos alquilaron anteojos para ver los corales y peces de ojos de oro, boca negra, escamas y colores. Desde las 10:30 de la mañana hasta las 3:30 p.m. sentimos el sol que bronceaba pechos y hombros y el calor que invitaba a jugar con las olas de soda con espuma. La cerveza, el arroz con leche de coco y el pescado frito más la conversación con la amada hicieron de la estadía un paseo memorable.

Playa de Cristal tiene sus arenas limpias, vegetación tropical y los nativos se preocupan por atender a los visitantes que no son muchos… Por eso la tranquilidad y el confort es el plato mejor servido. Hasta allá no ha llegado la energía eléctrica todavía y por el eso el ambiente es más íntimo con sonidos del mar, sin contaminación y la naturaleza virgen se muestra sin rebozo para alegría de los sentidos.

A las 4:30 regresamos al Hotel, llenos de paisaje, olas en el alma y felices por tener en Colombia este sitio que nos hacen sentir orgullosos. Se pueden comparar con Cruce de Lagos en Chile y con el tour por los alrededores de Puerto Vallarta en México.

¿Cuándo vendrá usted a Santa Marta, Colombia? Aliste tiquete, valijas, y prepare el alma para llenarla de Neguange y aguas claras, para dejarse besar por todas partes por la arena y la sal y por su adorable compañía.

Fotos cortesía de http://www.overalestur.com.co/

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